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Los zapatos de Alejandro Caballero

SE HACE CAMINO AL ANDAR

A Alejandro Caballero Valdés puede decirse que lo conozco desde sus primeros pasos como artista plástico profesional, a mediados de los años noventa del pasado siglo. Con paso firme ha producido una obra sólida en el terreno de la pintura y el dibujo, también ha creado esculturas de severa austeridad y estética impecable. Pero junto a su serie de pinturas y montajes sobre la baraja de la Lotería en la que ha trabajado por casi diez años, ha ido surgiendo de manera paralela otra serie de pequeños cuadros, casi miniaturas, que son sin duda de lo más original que he visto en los últimos años. Originales por su temática, y sin paralelo en el terreno del arte, su serie de diminutas pinturas son recreaciones de los más diversos escenarios de la cotidianidad reducidos a la horma de un zapato y que el llama con ingenuidad “ludozapatos”. En la historia del arte sólo recuerdo algunas cuantas pinturas cuyo pretexto sea el calzado, un par de ellas de Vincent Van Gogh en las que retrata sus viejos y deslustrados zapatos, y las famosas versiones surrealistas de René Magritte con esos zapatos que se metamorfosean en pies humanos, no conozco otras obras donde el protagonista central del cuadro sea el calzado. Pero los “ludozapatos “de Alejandro Caballero son cosa aparte, al ver sus pequeños cuadros podría decirse que “todo cabe en un zapato sabiéndolo acomodar”, y es que tomando como pretexto la forma primaria del calzado lo mismo crea un gabinete médico ajustándolo a su horma, que un taller de grabado o una librería. De entre sus costuras surgen los implementos, las herramientas o el instrumental del oficio o profesión que retrata, el zapato es el diminuto edificio donde puede descubrirse el tema central de la pequeña obra.

A GUARACHE LIMPIO

Tengo la impresión de que Alejandro Caballero se puso a realizar diminutas pinturas de zapatos porque lo que más disfruta es caminar por las calles de la ciudad de México. Quienes lo conocen saben de su frecuente deambular por tianguis y mercados sobreruedas de la capital, en constante búsqueda de esas piezas únicas que integrarán sus famosos collages sobre la Lotería Mexicana; de seguro si viviera en el campo andaría hoy enfundado en sendos guaraches de cuero, es más, creo que los zapatos no le son cómodos. Pocos saben que Alejandro Caballero prefiere el transporte público y que no conduce auto, caminar por horas es pues una práctica habitual en él. “Amanecer ranchero” es un cuadro diminuto cuyo tema central es precisamente el campo mexicano, es curioso ver cómo un huarache es capaz de contener elementos que identificamos con la vida de un México que a poco desaparece. Con ironía incluso, el pequeño cuadro retrata una provincia bucólica que es más una caricatura de un país que se nos va de las manos con la irrefrenable expansión urbana. La pregunta inevitable es ¿porqué es el zapato el pretexto y el soporte para la construcción de cuadros temáticos? Bueno, para un pintor versado en el arte surrealista no merecería explicación alguna, en todo caso la respuesta concreta sería “¿y porqué no un zapato?”. Los miniaturistas construyen barcos ideales dentro de una botella, los talladores orientales son capaces de esculpir una ciudad entera en una pieza de marfil; Giuseppe Arcimboldo, el pintor milanés del siglo XVI, construía rostros humanos -¿humanos?- acomodando a su gusto frutas, verduras, flores o animales marinos hasta obtener una imagen final con fisonomía humana, ¿por qué entonces no ha de convertirse un simple zapato en una casa o en un despacho, como en los cuentos de hadas?

MI CASA ES UN ZAPATO

Otros pequeños lienzos de Alejandro Caballero como Nosotros los pobres y Ustedes las ricas “Homenaje a Ismael Rodríguez” y “Familia cirquera” son estuches de monerías donde todo cabe y todo es referencia. Los “zapatos” de Caballero nos cuentan la historia de los objetos y de sus singulares propietarios, bien visto son historietas pintadas, pues la narración está en los detalles y la minuciosa concepción de los objetos. Cada zapato es además el domicilio particular de su futuro propietario, su “casa chica,” o chiquitita mejor dicho, pues los lienzos son pintados por Alejandro siempre pensando en el destinatario; son motivados pues como retratos de sus poseedores. Así, el titulado “Terapia intensiva” está destinado a un médico internista y “El diseñador” para quien traza y formula ideas que han de convertirse en objetos de uso cotidiano. Los “zapatos” cuentan su historia al observador en sus reducidas dimensiones, son depositarios de un destino, una profesión o una vida. En sus más de veinte obras con el tema del calzado aparecen los retratos de hombres, mujeres y niños protagonistas de las pequeñas historias pintadas, testimonios fieles de la existencia. Los zapatos pintados son, de esa manera, retratos de vida claramente personalizados, los protagonistas se reconocen fácilmente en las pinturas.

TODO CABE EN UN ZAPATO SABIÉNDOLO ACOMODAR

Alejandro y yo sabemos lo difícil que es lograr la originalidad en la pintura actual, ambos somos artistas plásticos desde hace años y conocemos bien la historia del arte occidental. Todo está ya pintado desde Salvador Dalí o Pablo Picasso, nada al parecer nos queda por pintar a quienes persistimos en el viejo oficio de Da Vinci y Tiziano; pronto aparecemos como simples imitadores o somos tachados de faltos de imaginación. En fin, de todos modos el arte de la pintura, que goza ¡a Dios gracias! de presencia y vitalidad en la era digital, sigue siendo un camino que reserva sus mejores parajes para quien trabaja y persiste, para el que deja la vida en un lienzo y un pincel. Y creo que Alejandro ha logrado hallar en los últimos años un sendero de originalidad. En México no recuerdo obras similares, sólo las obritas de Antonio “El corcito” Ruiz, con su inconfundible calidad, serían un referente pictórico; sin embargo, los pequeños óleos de Alejandro no parecen reflejar sus innegables influencias, sus zapatos son alegorías que recuerdan más a las escenas del teatro de títeres que a las celebérrimas obras metamórficas de Dalí. Aquí precisamente hemos de destacar otro rasgo particular de sus pinturas que salta a la vista del espectador, hay indudablemente ingenuidad de niño en la concepción de estas obritas como la hubo en Antonio Ruiz allá por los años cincuenta del siglo XX. Amante y coleccionista al fin de los juguetes mexicanos, Alejandro compone sus pinturas como singulares jugueteros donde todo cabe sabiéndolo acomodar.

*Mauricio Vega Vivas es artista plástico, historiador y crítico de arte. Estudió la Licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue coordinador de arte de la revista La Pluma del Ganso de 2003 a 2010. Ha escrito textos de crítica sobre diversos pintores y grabadores mexicanos.

Fuente: Revista Pulso PYME , Sección placeres

Marzo-Abril de 2011.Pág. 38,39.


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