Vida en el Centro
Dr. Andrés de Luna
Investigador y crítico de arte
31 de Mayo de 2013
El arte de Alejandro Caballero está ubicado en un entorno específico: el Centro, de la ciudad.
Para él este sitio es emblemático y atrae todo lo que un creador plástico puede querer para su obra. En este espacio han pasado tal cantidad de cosas que ahora vive de lo anterior y de lo que pasa día a día. Ahí es posible revisar los hechos, con un ánimo de artista plástico o dejar que todo corra y que las cosas hablen cuando tienen que hacerlo. En estos entornos aparece la vida, que se nutre a cada paso por estas calles de siempre y en las cuales está inmerso un hombre que juega o se irrita ante lo que acontece en el país, sólo que él lo hace desde el Centro, de una ciudad, que parece enloquecida por la época. Pintor, dibujante, instalacionista o performancero, Alejandro siempre está en lo que debe estar un artista plástico
que guarda en su memoria los recuerdos del circo, de los juguetes, de una infinidad de personajes que ha visto por esas calles y por esos barrios, que están en el umbral de sombra, en la zona triste de la urbe, en la que pocos ajenos se atreven a vivir y muchos le temen o profieren evitarla. Alejandro, incluso tiene su taller en plena Lagunilla, y este es un lugar tranquilo, de acuerdo a su experiencia. Está ubicado en un terreno que colinda con una plaza, y el edifico en el que tiene su espacio, está sobresaturado, pero a las seis de la tarde apenas si se nota este aspecto. Algunos de sus personajes están en la entrada de sus viviendas y salen para observar lo que queda del día.
En la plástica mexicana lo que interesa es el vínculo entre el artista y su territorio. Aquí lo que aparece tiene el sello de lo popular, de lo que tiene su fuerza y sus razones de ser en ese sitio que es uno y miles a la vez. Porque el Centro tiene una cara que puede ser la del Zócalo o la de sus muchos puntos que están alrededor de la gran plaza capitalina. De esta manera, lo que está en el arte de Caballero sólo está en sus piezas y sólo corresponde a él, esos son sus límites y sus umbrales, a veces con la huella mágica del surrealismo o de la fantasía. Esto se da porque un artista hace de su obra una versión que difiere del resto de las piezas, que incluso pueden establecer el mismo sitio. Él dialoga con ellas, las hace con su justo tiempo, con la medida que él considera necesarias. Esto es lo que permite encontrar a un artista en medio de los demás, su posibilidad de transformar aquello que él labora o que tiene entre sus manos. Todo esto porque él recrea de acuerdo a los matices que encuentre, de acuerdo a lo que sepa y quiera dar a conocer, o lo que él ignore y también desee saber. El Centro es un cúmulo de aspectos, unos de ellos son parte del rito de la posesión y otras, en cambio, están a disposición de quien quiera tomarlos o hacer lo que sea para ubicarlos dentro de su labor plástica. Alejandro Caballero es este hombre citadino que gira en torno a un eje, pero él también incide en otras temáticas, como es el circo, con muchos chiquillos que corean y hacen de este espectáculo una idea y un asombro. Pinturas y dibujos de Caballero están dedicados a la expresión que se da en las labores circenses.
Encontrar las raíces de la obra de Caballero es una labor que puede ser ardua, pero que al husmear un poco en sus pinturas y dibujos aparece de nueva cuenta el Centro. Desde su paso por la Esmeralda hasta sus más recientes obras, lo que está en toda su labor es la interpretación de los aconteceres del Centro que de pronto se amplifica y dice más cosas de las que pueden escuchar o ver la mayoría. Su trabajo tiene el impulso de quien se encuentra a gusto aquí, que lo mismo puede dar un taller de pintura a personajes que habitan la calle o a infantes que la usan como su único albergue. Alejandro está ahí y eso lo agradecen quienes lo ven y lo conocen, quienes hemos podido encontrarlo en su estudio en la Lagunilla.
Encontrar su gusto popular es una de las lecciones que proporciona su arte. De pronto, él hace series de personajes religiosos, como sus series de cuadros en torno a José el soñador
o al profeta Jonás. Pero él es un hombre que tiene la gracia de ubicarse en el aspecto que sea y desde ahí realizar sus cuadros o sus dibujos. En años recientes ha hecho unas cajas que son todo un delirio, porque en ellas nace la existencia con todo y lo cinematográfico que puede tener ésta. Así, estas construcciones tienen recortes y agregan algunos detalles que colman un espacio dedicado a Tin Tán o a cualquier personaje o situación que merezca el homenaje.
Esto también está ligado al esplendor de lo popular, con toda la lozanía que tienen estos actores y actrices, que de pronto se ven reflejados en estas cajas, que son un destello emotivo dentro del arte de Alejandro Caballero.
Ahora bien, esta labor del artista estaría incompleta sin la obra titulada” Visión Estereoscópica de Alejandro Caballero” de la maestra Berta Taracena quien con singular ahínco analiza desde los primeros tiempos del creador hasta las obras más recientes, trayectoria que incluye dibujos, pinturas, arte-objeto ,performance ,murales y labor educativa y cultural. Igualmente resultan valiosos los comentarios de otros escritores y críticos que enriquecen con su aportación las páginas del presente volumen, recorrido de Alejandro Caballero por el Centro y los alrededores de una gran metrópoli y otros caminos.
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