Recuperar la memoria artística del México Profundo: Alejandro Caballero y la Escuela Libre de Tepito
Laura González Matute
Coyoacán,
Septiembre, 2019.
Será este próximo noviembre de 2019 que la Escuela de Arte al Libre de Tepito (ELITEP), cumpla 9 años de haberse iniciado.
El versátil, comprometido y visionario artista plástico Alejandro Caballero, ha recuperado diversas experiencias artísticas sin precedente en la historia del arte mexicano de los primeros años del siglo XX, quizá de manera consiente o por el gusto de la fantasía o simplemente, por la memoria histórica que conserva de sus orígenes en el barrio de Tepitp en la Colonia Morelos.
Si bien esta escuela surge con el propósito de continuar con la labor de su maestro Daniel Manrique, artífice del Movimiento Tepito Arte Acá, así como resucitar la cultura tepiteña, hay que mencionar que Las Escuelas de Pintura al Aire Libre (EPAL[1]), existieron en México desde la segunda década del siglo pasado y así, Alejandro Caballero, de manera audaz e intuitiva, no sólo nos invita a revivir la aportadora experiencia de estos centros artísticos, sino que al mismo tiempo, en un viaje hacia los confines de las primeras décadas del siglo pasado, nos convoca a compartir diversos acontecimientos que durante muchos años se mantuvieron alejados de la mirada de los críticos e historiadores del arte mexicano.
Las EPAL, después de su creación en 1913, y su revivir en 1921, continuaron con su labor artística hasta mediados de los años 30. Por otro lado, en el año de 1928, encabezaron un combativo grupo artístico que se autonombró “¡30-30! Movimiento de Pintores” o “Los Treintatreintistas”. Sus fines, además de ir en contra de las enseñanzas de la Academia Nacional de San Carlos, promovían la creación de un arte de vanguardia y, así mismo, recuperar, al igual que hoy lo hace Alejandro Caballero, diversas expresiones populares como el circo, sus enigmáticos payasos y la vida paradigmática de las carpas populares con sus tiples, albures y cómicos, a través de los cuales el pueblo buscaba el desahogo de sus problemáticas, alegrías y sinsabores.
En la Escuela de Arte Libre de Tepito (ELITEP), todas estas manifestaciones han renacido en obras plásticas, performance, actos teatrales y tertulias bohemias. Son también la poesía y la literatura, otras de las formas cultuales que renuevan el ambiente de la Escuela de Tepito. En ese retorno a los años veinte, surge, como demiurgo, la controvertible vivencia del Teatro de Ulises y la Revista Contemporáneos. Y así, derivado de estas experiencias, aparecen los nombres de personajes de la talla de Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, José Gorostiza o Jaime Torres Bodet, para revivir e impresionar al público asistente a la ELITEP con estos eventos, en donde las puestas en escena, cobran una vívida actualidad.
De esta manera, Caballero ha tendido la inquietud por ampliar los horizontes de su escuela de Tepito-La Lagunilla-la Colonia Guerrero, en un acto sin precedente en el siglo XXI, el cual, ávido de las últimas tecnologías y vanguardismos, comparte en el tiempo, a la par de los avances cibernéticos, robóticos, cinéticos y automatizados, la convivencia entre dos trascendentes épocas, a casi un siglo de distancia, hoy dialogan y se complementan para recrear un multifacético universo de creación.
ESCUELA DE SANTA ANITA O BARBIZÓN (1913-1914)
Para rememorar los acontecimientos de principios del siglo XX, se sabe que la EPAL de Santa Anita o Barbizón abrió sus puertas en 1913, en pleno movimiento revolucionario. Esta innovadora escuela tuvo como finalidad motivar a los estudiantes de la Academia de San Carlos, el alejarse de los conservadores talleres de la Institución académica y salir al aire libre a realizar sus trabajos artísticos.
El director, Alfredo Ramos Martínez, fue quien impulsó este método de enseñanza, influido por las escuelas paisajísticas de Francia, en especial, de la Escuela de Barbizón cercana a los bosques de Fointainebleau.[2]
Algo característico de esta primera escuela, fue que se fundó en las riberas del Canal de Santa Anita, Ixtacalco, en la Ciudad de México. Este hecho coincide con la creación de la ELITEP, en tanto que ambas escuelas, se crean en barrios populares de la Ciudad de México.
En aquel entonces, el director alquiló una pequeña casa solariega a la orilla del canal, a la que bautizó con el nombre de Barbizón. La construcción se encontraba rodeada de árboles, había un pequeño porche y en medio del jardín, una gran fuente, alrededor de la cual los alumnos, con toda libertad, iniciaron sus primeros trabajos artísticos. En medio de un plácido y lúdico ambiente, retrataron a los pobladores de Santa Anita, sus paisajes y costumbres.[3] Sus cuadros, plenos de colorido, trabajados bajo pinceladas plumíferas y composiciones arbitrarias y modernizantes, fueron expuestas a pocos meses de inaugurada la escuela, en una muestra pictórica al lado de las creaciones de los alumnos de la Academia de San Carlos.
Quizá por esta razón, y por la novedad de su factura, los óleos, acuarelas, pasteles y dibujos de los alumnos de Santa Anita, se vieron con recelo, ya que en ese momento imperaba la estética academicista y las influencias modernistas, como lo era, entre otras, la del impresionismo que Ramos Martínez promovió, no fueron comprendidas por los asistentes a la exposición y, mucho menos, por los articulistas de los diarios, acostumbrados a reseñar exposiciones con obras realistas y tradicionales[4]. No obstante estos avatares y la clausura de la Escuela de Santa Anita, a causa de los conflictos armados, a casi un año de haberse inaugurado, sembró inquietudes estéticas y promovió una novedosa manera de practicar el arte, el cual, años más tarde, resurgiría para dar impulso a la creación plástica mexicana.
NUEVAS ESCUELAS AL AIRE LIBRE (1921-1932)
En 1921, cuando el país, había culminado la etapa revolucionaria iniciada en 1910, se propuso revivir la experiencia de Santa Anita y abrir una nueva Escuela de Pintura al Aire Libre en el barrio de Chimalistac. Nuevamente Alfredo Ramos Martínez fue el artífice de este experimento plástico. Poco a poco, entre 1921 y 1932, se abrieron nuevas escuelas y, como característica prioritaria, se promovió la inscripción a niños y niñas de extracción humilde y campesina para que se introdujeran en las prácticas artísticas.
La idea de Ramos Martínez era que los niños sin ninguna preparación pictórica previa, desarrollaran su instinto creativo, su emotividad y su libertad para crear. Iniciaban con dibujo a lápiz, después al pastel, a la acuarela y, finalmente terminaban realizando cuadros al óleo y grabados en madera.
Las escuelas se abrieron en diversos barrios de la ciudad e incluso, algunas en provincia. En la ciudad se establecieron los centros de Coyoacán[5], Xochimilco, Tlalpan, la Villa de Guadalupe y San Ángel, entre otras. En provincia abrieron sus puertas, la de Milpa Alta, Cholula, Morelia y Taxco. La experiencia por abordar la práctica pictórica con toda libertad y sin las rígidas enseñanzas de las academias, confirió a los alumnos la posibilidad de pintar un sinfín de cuadros plenos de vivacidad y espontaneísmo. De estas escuelas salieron varios artistas de renombre que dedicaron su vida al arte.
ESCUELA DE PINTURA AL AIRE LIBE DE TEPITO (ELITEP)
Es en este sentido en el que el artista Alejandro Caballero, recupera en su Escuela de Pintura al Aire Libre de Tepito (ELITEP), la atmósfera de las escuelas que surgieron en la década de los años veinte. Si en aquella etapa fueron Xochimilco, Tlalpan o la Villa de Guadalupe, los barrios donde floreció este novedoso método de enseñanza. Ahora, es el Barrio de Tepito, el que brinda una exitosa y creativa producción de diversas manifestaciones artísticas.
La Escuela no se circunscribe a las clases de pintura, escultura, grabado y pintura mural. Se promueve el teatro, la música y la poesía, entre otras de sus manifestaciones. Esta labor ha tenido un importante impacto en el barrio. Si bien se le conoce como “El Barrio Bravo”, el arte ha entrado para ofrecer a sus habitantes una nueva manera de enfrentar su medio ambiente, su realidad y rescatar su esencia creativa que siempre la ha caracterizado.
En la Escuela que dirige Alejandro Caballero a la par de sus colegas Faro Barrios y Luis Arévalo, encontramos una amable convivencia y sobre todo, afecto y solidaridad entre los alumnos y maestros. En ésta se promueve el apoyo entre todos y como instrumento de unión, se establece el sentido del trabajo grupal. Al igual que en las EPAL de los años veinte, en esta escuela ingresan niños, adolescentes y adultos, en su mayoría sin conocimientos previos del arte.
“El Tendedero”. El ¡30-30! El gusto por el Circo.
De la misma manera que se vivió en 1914 la experiencia en Santa Anita, Ixtacalco, con su primera exposición, ahora en Tepito, a pocos meses de haberse inaugurado la escuela, se montó una exhibición de pinturas titulada: “El Tendedero”. Un sinfín de motivos y temas característicos del barrio, fueron recreados para esta muestra pictórica. El arte se hizo presente y los vecinos compartieron de manera alegre y entusiasta la nueva vivencia.
La exhibición se montó como una galería urbana, en donde, con un deliberado formato de tendedero, el pintor colocó su obra dibujística en la línea de un mecate extendido, tal como si fuese ropa secándose al sol, y para sujetarla, utilizó las típicas pinzas de plástico. Así, Alejandro Caballero, tituló su exposición: Trazos sobre lazos. Menciono esta novedosa e inventiva muestra, como ejemplo de la versatilidad y anti conservadurismo que este espacio alternativo representa.
Así también, Alejandro Caballero ha llevado a cabo otras manifestaciones que, como fue mencionado líneas atrás, muestran su gusto por penetrar las entrañas de su barrio tepiteño. El circo es uno de sus temas predilectos, recupera imágenes circenses y, sobre todo, la de los payasos que evocan el encanto por la alegría, la risa, la improvisación. Es de esta manera, en que el pensamiento y sentido profundo de Caballero, se vincula con otras manifestaciones artísticas de los años veinte. El mencionado “Movimiento de Pintores ¡30-30! o los “Treintatreintistas”, realizaron diversas actividades, como fue la de montar una exposición de pinturas en la cual un elefante de circo y un payaso, así como malabaristas, daban la bienvenida a la apertura inaugural de la muestra, esto sucedió en el ex convento de La Merced en el año de 1928.[6]
El circo era para estos pintores un espectáculo plástico, pleno de colorido, vida y movimiento. Era además el rescate de los entretenimientos a los que acudía la clase popular mexicana. Sobre este tema, Alejandro Caballero ha realizado un gran número de pinturas y dibujos que versan sobre la temática de la vida circense.
Así también los “Treintatreintistas”, ambientaron otra de sus muestras artísticas, ésta exclusivamente de grabados en madera, en una carpa popular: La Carpa Amaro de la Colonia San Rafael. [7] Ahí, en medio del espectáculo arrabalero, a la par de las tiples y los personajes clasificados como “El peladito mexicano”, que derivaría en los grandes cómicos como Cantinflas y Tan Tan, entre otros, fueron los que amenizaron la inauguración de la exposición de grabados. Su interés por penetrar en el corazón y el fondo del gusto del pueblo mexicano, encuentra su hilo conductor y rescate, en la labor que con gran acierto ha emprendido Alejandro Caballero y su escuela de Tepito. Sobre este controvertido tema Alejandro Caballero ha creado unas cajas sublimes en donde de manera creativa revive a los personajes del teatro y el cine y muestra no sólo su fascinación por este mundo de variedades, sino su conocimiento y valoración hacia estas manifestaciones y sus emblemáticos personajes.
Ulises y Contemporáneos
En cuanto al Teatro de Ulises y la Revista Contemporáneos, Alejandro Caballero, con gran ánimo y visión vanguardista ha recuperado, a través del género del Performance, las vivencias del grupo de escritores, artistas plásticos, escenógrafos y actores que hacia el año de 1927 formaron el Teatro de Ulises, el cual fue promovido por la gran escritora y mecenas Antonieta Rivas Mercado.
Precisamente en el año de 2009, el Centro Cultural Xavier Villaurrutia, auspiciado por la Secretaría de Cultura, llevó a cabo un acto en el que rememoraba a este grupo de escritores y artistas plásticos. Éste se integró con dibujos, collages y arte objeto así como con la lectura de poemas y la ejecución de una orquesta integrada por jóvenes músicos.
En el evento, se hizo referencia a la figura del escritor Xavier Villaurrutia a través de la lectura de su amplia y rica biografía artístico-literaria. Se mencionó al Teatro de Ulises y la Revista Contemporáneos en donde colaboró y, por otro lado, se hizo referencia a su trascendente paso por el Departamento de Bellas Artes, así como sobre todas las revistas culturales en las que colaboró.
El acto, totalmente versátil incluía argumento, escenografía y vestuario realizados por Alejandro Caballero y fue titulado Máscaras vemos actuaciones no sabemos.
A través de este recorrido sobre su creatividad, ingenio y carácter propositivo, encontramos a un artista pleno, que además de realizar una obra de relevante factura y creatividad, lleva a cabo una loable labor artístico-social que engrandece al arte mexicano del presente siglo XXI y que, sin lugar a dudas, trascenderá como una producción global creativa dentro de la historia del arte mexicano contemporáneo.
[1] Escuelas de Pintura al Aire Libre. [2] Gabriel P. Weisberg, “Cultivar la tierra: La tradición de Barbizón, Una mirada al campo: de Millet a Renoir, México, CONACULTA/INBA/AMERICO ARTE EDITORES, Landucci, 2002, págs. 17-128 [3] Laura González Matute, Escuelas de Pintura al Aire Libre y Centros Populares de Pintura, México, Cenidiap/INBA, Serie Investigación y Documentación de las Artes, 1987, págs. 47-58. [4] “Exposición de Pinturas. La Nueva Visión”, Revista de Revistas, México, 31 de mayo de 1914. Págs. 15-16 [5] La EPAL de Coyoacán fue la continuación de la de Chimalistac. Y, años más tarde cambió su cede al Convento de Churubusco. [6] “Rotundo éxito de la exposición artística”. El movimiento revolucionario de la pintura” Excélsior, México, 9 de noviembre de 1928 y Laura González Matute, et. al. “El circo en el Convento”, ¡30-30! Contra la Academia de Pintura, México, CONAULTA/INBA/Cenidiap, 1993, págs. 65-67. [7] Jacobo Dalevuelta, “Es un éxito la exposición del Grupo ´30-30´ abierta en la Carpa Amaro de la Colonia San Rafael”, El Universal Ilustrado, México, 2ª. Sección, 26 de enero de 1929 y Laura González Matute, et. al., “El arrabal: un espacio para el arte”, ¡30-30! Contra la Academia de Pintura, México, CONAULTA/INBA/Cenidiap, 1993, págs. 59-75
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