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La línea aurea de un mecate, dibujos sin margen de contención



Por Roberto Ramos , El Tigre Famélico

Diciembre de 2011

Popotla México D.F





Esta nueva exposición del pintor y dibujante Alejandro Caballero se realizó en el ámbito de un foro emplazado literalmente al aire libre, justo en la vehemente esquina de Vidal Alcocer y la Avenida del Trabajo. Esta vez el programa consistió en la exhibición de una galería urbana, con un deliberado formato de tendedero.

En términos concretos quiero decir que el artista colgó su prolífica producción de dibujos en la línea de un mecate extendido, y como si cada cuadro fuese ropa secándose al sol, sujetó cada una de sus obras con esas típicas pinzas de madera y resorte, y que también funcionan para impedir que una ráfaga de viento se vaya a llevar las camisas, los calcetines y demás prendas interiores. De estas particulares características se desprende el título con el que Caballero denominó a su nueva exposición: Trazos sobre lazos.

El acto eminentemente cultural se programó, y en la medida de lo posible se solemnizó al promediar el mes festivo, mercurial y postrero de diciembre del 2011. La sede anfitriona fue el Foro cultural Daniel Manrique, que es el nombre de uno de los artistas y promotores culturales más destacados del barrio de Tepito. De hecho fue un gran muralista, quizá el más grande de todos dentro del barrio , hasta el momento. Fue maestro de Alejandro Caballero, e incluso viajaron a Argentina a un encuentro de muralismo entre argentinos y mexicanos.


En este espacio, la sensación de festejo empezó a efervecer incluso antes de dar paso a la ceremonia de inauguración. Ya envueltos en esos momentos fue posible estrechar la mano de uno de los más emblemáticos organizadores de este espacio, destinado específicamente a los ejercicios de naturaleza artística, y que se encuentra entrañado en el vórtice cardiaco de Tepito, Luis Arévalo, quien representó con su habitual cordialidad las funciones de anfitrión, y que es además un hombre que en el caudal de su torrente sanguíneo atesora las atmósferas más esenciales del rumbo. En lo particular, cuando yo me encuentro con Luis Arévalo, no pierdo la oportunidad para pedirle que me describa con minuciosidad, cómo era en otro tiempo la calle de de Rivero.

Hubo también la oportunidad de saludar entre los invitados a Octavio Urbina, pintor y uno de los eslabones más recios de una estirpe de artistas de la plástica. Me dicen que en el Café Tacuba, en el Centro, está colgado un cuadro pintado por Urbina; habrá entonces que ir a tomar un chocolate y pan o café y una oreja y por supuesto apreciar la obra, para poder entonces hablar de ella.

También vimos y saludamos brevemente a la señora Brisa, viuda precisamente de Daniel Manrique, fundador del movimiento Tepito Arte Acá. Vi e intercambié algunas expresiones con la maestra y crítica de arte Bertha Taracena, dueña y señora de un estilo dialéctico sutilmente objetivo y cáustico. También estuvo presente la maestra María del Carmen Castellanos, quien es una de las principales coleccionistas de la obra de Caballero.

Cuando llegué a este espacio lo primero que vi fue precisamente a Alejandro Caballero en el acto de suspender en la línea de un mecate, algunos de sus dibujos, auxiliado con la reverberante atingencia de Carolina Vázquez, también del gremio de los pintores, e iluminada ella misma con los visajes propios de su carácter rutilante.

Ese mismo martes (pues justo ese día se elige para las actividades culturales ya que es el que corresponde al asueto obligado de los vendedores ambulantes) se inauguró asimismo La Escuela de Arte al Aire Libre de Tepito, LA ELITEP; y con ello también quedó inaugurada la Galería del Tendedero. Espacio Urbano Alternativo para colgar obra plástica.

Y no obstante ser el día de descanso de los vendedores, desde la salida del Metro vimos a algunos de ellos con su puesto extendido; algunos ofrecen discos compactos, otros mochilas, baterías alcalinas, pomadas y ungüentos para desalojar calambres y malestares en la estructura del esqueleto. Otros literalmente cuelgan en un epigrama de alambre su colorida oferta de lencería, distintas tallas y copas de corpiños, y en fin el afrodisiaco mosaico de colores de las prendas íntimas para estreno.

En el interior del espacio cultural se ofreció el típico servicio de corte de pelo con riguroso paisaje, es decir que se escuchan los chasquidos de las tijeras al aire libre. El cliente siente la experiencia de la manera que le retiran el peso capilar de la cabeza (los poros del cráneo vuelven a respirar), con furtivos testigos que son precisamente los transeúntes aleatorios que caminan por ahí.

Me parece que también estaba desempeñando su oficio un ortopedista que corrige el arco de las plantas, y que valiéndose de un espejo inspecciona la aerodinámica de los huesos del pie, y en caso de existir problemas, los remoza con plantillas y zapatos especiales.

También vi a una oculista, que con una devoción apreciable a simple golpe de vista, y además con aparatos especiales escudriña las nervaduras internas del orbe de las pupilas, y también se auxilia con una profusión de esquemas y carteles con las distintas tallas de las letras del alfabeto y un arsenal de lupas, antiparras, gafas y toda suerte de cristales de aumento, consigue el prodigio de que las personas puedan ver lo que es inmediato.

Por otra parte, pero ahí mismo, la fuente de donde brotaba la música eran dos bocinas empotradas en unas enormes cajas forradas de de una porosa tela negra y el volumen del sonido era dosificado por la pericia magisterial de Luis Arévalo, que ostentaba una sonrisa de elocuentes matices dionisiacos. Seguramente en algún momento escuché ese ritmo de una cumbiamba de frenéticas raíces africanas y en cuya letra de canción se le propone a una chica fogosa llamada Macarena, que le suministre todas las dosis de efusión y alegría a su cuerpo. Y entonces de pronto se escucharon los acordes del danzón Nereidas, y esto en Tepito (y también en el puerto de Veracruz) escala la tesitura propia de un himno de melodiosa sensualidad. Conviene entonces en este momento anotar y destacar que los martes en el foro cultural Daniel Manrique, se ofrece para todo el mundo clases de danzón. Recordemos que este espacio fue precisamente concebido para que la comunidad se congregue y conviva y de esta forma se conozca e intercambie todo tipo de impresiones.

Por supuesto que el pintor Alejandro Caballero invitó al acto a toda su familia y a todos sus amigas, y sus cuates y discípulos como por ejemplo a Pepe Rojas, a quien tuve el gusto también de saludar. De la misma manera invitó a sus alumnos del ELITEP, a quienes ese día les entregó sus diplomas de reconocimiento.

En todos estos instantes es cuando el orbe de la pupila registra con perfecta nitidez el efervescente amor y la pasión que personas como Caballero, Brisa, Luis Arévalo, Octavio Urbina, el maestro Faro, y mucho más gente, le profesa al barrio. Pero con todo, el espectáculo más enaltecedor consiste en apreciar que todos ellos están perfectamente conscientes de la categórica importancia del desarrollo de actividades culturales con respecto a el ensamble vital de la cohesión comunitaria.

Al momento en que se empezaron a servir los bocadillos, sucedió que una parvada de niños ataviados de arlequines desarrapados que hacen malabares con pelotas, tragan fuego, pernoctan en la calle, limpian los cristales de los coches detenidos por un momento por el rojo del semáforo de la esquina de Eje Uno Norte y Vidal Alcocer, se aproximaron y pudieron comer hojaldras de mole, penecillos horneados de dulce, refresco y café caliente.

En esta ocasión Alejandro Caballero le presentó a la gente poco más de 200 dibujos . Como ya lo mencionamos, colgó los dibujos con pinzas en la línea translúcida de un mecate que cruzaba de un lado a otro el ámbito del foro. Por supuesto que se trató de establecer una diáfana analogía con el acto trivial de tender al sol la ropa lavada. La temática de sus dibujos se desprende de manera directa de las vivencias del autor tanto en los rumbos de Tepito, como en los barrios aledaños. En buena medida ahí está retratada el alma de los pobladores. Al estilo de los dibujos de Alejandro Caballero muy bien se le puede denominar expresionismo hiperonírico. Es decir que las raíces de los parajes oníricos se encuentran profundamente hundidas en lo más espeso y esencial de la realidad. Su trabajo plástico no formula una fuga o evasión de los rigores inclementes de la realidad, sino que más bien se puede advertir en el vuelo de sus trazos que el propósito plástico radica en conjugar, articular y amalgamar el hemisferio vaporoso de los sueños, con el hemisferio de la más estricta y recia vigilia.

Diciembre de 2011

Popotla México D.F


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